Empieza como una comedia romántica con sueño americano incluido… Poco tarda en empezar a aunar géneros y tramas hasta convertirse en una vorágine que atrapa al espectador y se queda con él, muy probablemente, de por vida. Esta es la evolución de la coreana Parásitos. La cinta que todo el mundo esperaba que ganara el Oscar a mejor película de habla no inglesa arrebatándosela a nuestro venerado Amodóvar y su Dolor y Gloria. Lo que nadie esperaba es que estos seres se atrevieran también a parasitar las mentes de los integrantes de la Academia hasta hacerse con un premio que en toda la historia había estado reservado para películas de habla inglesa (y en una evidente mayoría, estadounidenses).

De seres que viven a costa de otros

Y estos chupasangres de los que habla la película son personajes que se han conocido bien en nuestro país. Siempre se ha hablado de la picaresca española teniendo en su máximo exponente al Lazarillo de Tormes. Si es verdad que no encuentro reflejos de esa picaresca en nuestro cine patrio que no vayan unidos a la temática de la Guerra Civil donde el hambre y la miseria azuzan o unidos a la figura de un galán o queden como actos secundarios, es una figura que tampoco ha pasado desapercibida en Hollywood.

Personajes como el de Jonathan Rhys-Meyers en el Match Point de Woody Allen, Leonardo DiCaprio en Atrápame si puedes, Matt Damon en El talento de Mr. Ripley… Todos ellos han acompañado la picaresca con una figura de galán. Algo de lo que Parásitos se aleja.

Muchas historias en una sola

Si Parásitos conquista es por su sencillez, el reflejo de personajes naturales y arrastrados a ser explotados laboralmente que acarician su momento de gloria a cambio de prescindir de los más básicos valores. Esta pérdida de valores les acarreará más de un disgusto, pero es delicioso ver cómo utilizan su inteligencia para vivir una vida que no les corresponde y salir de sus miserias. Este cuento también refleja la moraleja de que la avaricia rompe el saco, lo malo es que existe demasiada gente a la que la vida les ha dado sacos demasiado endebles. Esta historia nos adentra en un mundo de sueños, la mayoría habla de sueños rotos, de cómo quedó atrás aquella idea que ha ilusionado a tantas generaciones de cumplir el “sueño americano”. La que podríamos denominar como “pesadilla coreana” está hoy mucho más cerca de una generación marcada por una crisis que no parece que termine nunca. Esta crisis es nuestro particular parásito que le ha hincado el diente a nuestras ganas de vivir y a nuestras expectativas de tener una vida mejor que la que tuvieron nuestras generaciones pasadas. Sin embargo, este parásito no parece caer por su propio peso y parece que aún no nos ha chupado suficientemente la sangre.

Mezcla de géneros

Si al principio hablábamos de que Parásitos parece empezar como una comedia romántica, poco tarda en convertirse en una comedia deliciosa en la que (paradójicamente) nos reímos de las desgracias de todos los personajes sin el más mínimo reparo de quien sean o su situación. El director Bong Joon Ho lo sabe y juega con el espectador de una manera tan maléfica como inteligente, es mucho más difícil hacer reír que llorar. Sin embargo, la comedia se va tornando en drama con lucha de clases y con exquisitas pinceladas de película de acción, crítica política, épica e incluso de cine de terror. Y todo ello sin que el espectador note vaivén alguno en la armonía de una obra que roza la absoluta perfección. Una película que parasitará el recuerdo y el corazón del espectador para siempre.

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