“No sabía si ir, pero vi el tráiler y pensé «tengo que conocer a Lola»”. Así me expresaba una amiga el magnetismo que había sentido desde el primer momento hacia el personaje protagonista. Y es que Lola parece dispuesta a comerse por los pies una situaión nada fácil. Su exmujer fallece y tendrá que explicarle a Zino, su hijo, que ella era el padre que los abandonó hace más de 20 años.

Zino es la ficha que primero se mueve en el tablero tras el fallecimiento de su madre. La búsqueda de su padre, Farid, le lleva hasta Lola. Tras este paso, es Lola la que lleva la iniciativa, se trasladará a París decidida a que su hijo conozca quién fue Farid y quién es Lola. La incógnita es cómo reaccionará Zino, un joven cosmopolita vinculado de una manera muy técnica al mundo del arte y que finalmente tendrá la llave para decidir los destinos de la nueva madre e hijo.

Una alargada sombra

Con un pequeño baile de personajes e historias, dos historias poseen un mismo punto de partida inicial: Buscar a Lola tras una trágica muerte para contarle toda la verdad sobre su paternidad. De aquí nacen una buena película, Lola Pater, y una obra maestra, Todo sobre mi madre. Podríamos decir que la película francesa supone una versión más edulcorada y comercial que la obra almodovariana.

Sin embargo, Lola Pater se enfrenta cara a cara con un hecho cada vez más común en la sociedad, el trance por el que pasan muchas personas trans para contarles a sus hijos su verdadera naturaleza. Si el artista manchego eludía esta cuestión al eliminar de primeras al personaje del hijo, Nadir Moknèche riza el rizo al introducir el personaje trans en una familia argelina afincada en París. Pese a que la cuestión religiosa pasa de largo en esta obra y solo se dan algunas breves pinceladas, el director consigue visibilizar y dar voz a la diversidad sexual entre personas de origen y cultura islámica. Una batalla que ya libró Almodóvar en su día en una España profundamente católica, tradicionalista y rural.

Fanny Ardant es Farid Chekib

La mirada desafiante, viva, divertida y frágil de Lola es aproximadamente un 50% de la película. El personaje parece en ocasiones mucho más trabajado por la actriz que lo interpreta que por los encargados de sus guiones. Es ahí donde entra el saber hacer de la histórica actriz francesa Fanny Ardant. Su maestría la convierte en una diva de tal calibre en esta película que no es de extrañar que uno escarbe en Google y descubra que ya lo era del cine francés en general.

Ardant se mete tanto en el personaje que, para quien no la conociera previamente, sigue siendo una incógnita si la mujer que da vida a Lola es cis o trans. Aquí es donde la dirección se lleva otro palo, por hablar de lo trans sin (aparentemente) contar con los y las trans.

Un debate sobre visibilidad

La experta Adriana Martín afea en su crítica que no se eligiera para el papel de Lola a una verdadera artista trans. Un debate sobre si los personajes pertenecientes a la diversidad sexual deberían ser interpretados por lesbianas, gais, bis, trans e intersexuales que está muy vivo en Estados Unidos y otros países con una importante producción (y cultura) audiovisual. Martín cita el caso de la mexicana Una mujer fantástica como referente en el tratamiento de personajes trans.

Sin embargo, pese a las críticas bien intencionadas en favor de la visibilidad de artistas LGTBI, debo romper una lanza en favor de las grandes actuaciones que hemos disfrutado de personas que no necesariamente coincidían con la etiqueta de sus personajes.

La gran Elena Anaya (lesbiana) borda su papel de Vicente/Vera en La piel que habito, de Almodóvar. Un jovencísimo Fernando Ramallo (hetero, creo) emocionaba, divertía y aterraba en Krámpack interpretando a un adolescente enamorado de su mejor amigo. Inolvidable también resulta el monólogo del personaje trans de Antonia San Juan en Todo sobre mi madre. O la más que necesaria Inés Efron en XXY para dar a conocer la realidad de las personas intersexuales.

Pero si hay una actuación sublime a la que me niego a renunciar porque la orientación sexual o identidad de género no se corresponda con la de la persona que le da vida es al portento Eddy Redmayne en La chica danesa. Una obra y una actuación al nivel la una de la otra hasta el punto de no identificar cual de las dos es mejor.

Unas reflexiones fruto de la XIV edición de la Muestra de Cine LGTBI de Murcia que organizan la Filmoteca Regional y el Colectivo No te prives.

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