Seis amigotes típicamente norteamericanos se pierden de camino a una boda y se ven obligados a pasar la noche en un motel de pueblo en medio de ninguna parte. Tras dos misteriosas muertes, los jóvenes son detenidos como sospechosos por el sheriff local. Todo se complica cuando un espíritu maligno comienza a apoderarse de los pueblerinos.
Unos simpáticos títulos de crédito acompañados de dibujos similares al que ilustra el cartel (no será la última vez que hagan aparición) sirven de introducción para esta película independiente que ha cosechado relativo éxito en su país de origen. Inmediatamente se sitúa al espectador en el interior del coche del grupo protagonista y el primer contacto no puede ser más desalentador: la típica premisa de jóvenes perdidos en carretera protagonizada por unos sujetos que compiten en estupidez. Pronto se abandona este manidísimo punto de partida para caer primero en un pequeño homenaje a Psicosis y luego en una imitación a la americana de Shaun fo the Dead; con bastante poca fortuna, pues su “humor” estúpido y desabrido queda muy lejos de la fresquísima película inglesa. Cosas como el patético y cargante cantautor robado a Algo pasa con Mary sólo se pueden calificar de deprimentes, aunque hay también alguna que otra escena graciosa, como la de la pelea de bar (a medio camino entre Braindead y los festivales de mamporros a lo Bud Spencer). No puede faltar tampoco el asedio de casa fortificada extraído directamente de La noche de los muertos vivientes, al que unos personajes planos y tontorrones le roban toda la emoción que pudiera tener tras 40 años de imitaciones.
Ante semejante cóctel de ideas ajenas y plagios disfrazados de tributos es de esperar que el resultado sea una película mediocre, predecible y con chistes más malos que los de Lepe. Ni siquiera el cameo de David “Bill” Carradine consigue añadir algo de interés y el espectador probablemente se sorprenderá prestándole más atención al minutero del dvd que a la pantalla. Al menos hay sangre de sobra, algo bueno tenía que tener.
