Así de enigmático y así de elocuente presenta el líder de Piano Magic su nueva criatura, Life Has No Finished With Me Yet. Él, que al margen de la estabilización de la formación y el papel creciente de los demás miembros, se mantiene como el alma y el corazón de la banda, a pesar de que casi nunca sale en las fotos en primer plano.
Y como el ánimo siempre cambiante de su impredecible líder, Piano Magic vuelve a mudar de piel una vez más, reiniciando un eterno proceso de metamorfosis que se pone en marcha con prácticamente cada nuevo álbum, siempre al margen de estilos y tendencias. Ghost Rock lo llaman, por esa necia necesidad de ponerle un nombre a todo, como si uno pudiera pegarle una etiqueta a un puñado de arena antes de que se le escurra entre los dedos.
Esto es así más que nunca. Con esta última obra (maestra) el grupo abandona los convencionalismos indie-rockeros que marcaron, con matices y sin cerrarse a la experimentación, sus dos anteriores trabajos, concebidos para darle juego a un directo que históricamente siempre les ha limitado mucho. Fuera el noise de las guitarras, los teclados se quedan en un susurro y la percusión se reduce al latido de un corazón. Piano Magic muestra aquí su lado más íntimo y limpio a lo largo de trece pistas que se pasan como un suspiro.
Life Has No Finished With Me Yet es un álbum repleto de logros artísticos, el más admirable dotar de una belleza estremecedora a unas composiciones que huyen descaradamente de la melodía y el estribillo, como con miedo a contaminar su perfecta simpleza con artificios.
En su lugar, los temas parecen levitar, suspendidos por notas tan ligeras que flotan en el ambiente. Lejos queda la intensidad post-rock de Part Monster y Ovations, hijos bastardos de un improbable trío entre Joy Division, Bauhausy Dead Can Dance. Su sucesor es pura atmósfera y si hubiera que buscarle antecedentes habría que llamar a la puerta del new wave etéreo de This Mortal Coil y Cocteau Twins, solo que retorcido y ennegrecido hasta resultar casi tétrico, con permiso de las intervenciones de la angelical Angèle David-Guillou.
Aunque las influencias están ahí, no estamos hablando de un disco nada referencial. Tímidamente autoreferencial, como mucho, pues se intuye una mirada al pasado de sus primeros discos, especialmente Low Birth Weight, cambiando su ensoñadora electrónica de caja de música por viejos sintetizadores analógicos e instrumentos de cámara. Una peculiar selección instrumental que impregna los temas de un embriagador aroma añejo, como a desván de la abuela, lleno de recuerdos polvorientos, fotografías descoloridas y secretos de toda una vida.
Life Has No Finished With Me Yet es mucho más que un disco sobresaliente, es una experiencia musical valiosa, lástima que no para todos los oídos, que merece ser conservada al vacío, reservada para esos momentos especiales en los que la nocturnidad o la lluvia parecen liberar todos nuestros fantasmas interiores. Un disco que atrapa al oyente, lo hipnotiza y lo envuelve como una manta en invierno, puro caviar para paladear en la intimidad.
“La música no te salvará de nada más que del silencio“, reza Glen Johnson. Es por música de este nivel que ser salvado del silencio a veces resulta toda una bendición.