Nick Cave

El 14 de julio de 2015 Arthur, uno de los gemelos de Nick Cave, falleció a los quince años de edad tras caerse por un acantilado. La tragedia tuvo lugar durante las grabaciones de Skeleton Tree, su anterior disco de estudio, e impregnó la grabación de una atmósfera fúnebre en ocasiones asfixiante.

Cuatro años después llega Ghosteen, un álbum conceptual doble dedicado a su hijo y compuesto íntegramente durante el duelo. Su título, una contracción de las pabras “fantasma” y “adolescente” no podría ser más explícito. Durante aproximadamente una hora y cuarto, un Nick Cave aún desgarrado se confiesa esperando una y otra vez que su chico vuelva a casa. Lo hace mediante lamentos explícitos, pero en ocasiones eso no le basta para soltar todo lo que lleva dentro y contruye una mitología propia en base a alegorías sobre animales y referencias religiosas.

Ghosteen es un disco dolorosamente personal y extremadamente poético. Se trata del trabajo de Nick Cave, ya considerado un gran letrista de forma habitual, donde la lírica cobra una mayor importancia. Es uno de esos álbumes para escuchar reposadamente con el libreto en la mano y quizá por eso su estreno se produjo de forma poco ortodoxa. Sin anuncio previo, se estrenó gratuitamente a través de YouTube más de un mes antes de llegar a las tiendas. Esto ya nos dice mucho sobre lo poco que le importa al australiano el negocio discográfico, pero más aún sobre cómo considera él que debía ser el primer contacto del público con Ghosteen.

Sus 72 minutos no son una colección de canciones, sino una obra íntegra dividida en dos grandes partes. La primera, compuesta por ocho pistas temática y musicalmente indivisibles, trata sobre los hijos. El segundo bloque comprende dos suites de aproximadamente un cuarto de hora cada una, separadas por un interludio recitado, y están dedicadas a los padres.

El formato vídeo de YouTube, por lo tanto, es bastante apropiado para emprender este viaje musical a través del duelo porque lo presenta como una pieza íntegra, con las letras bellamente animadas sobre fondos nebulosos y dejando espacio al oyente para que reflexione sobre su significado.

Musicalmente Ghosteen sigue con el proceso de desnudez iniciado por Push the Sky Away y continuado por Skeleton Tree. Nick Cave, ya liberado completamente de las imposiciones del rock, prescinde de las guitarras y las percusiones, instrumentos demasiado rudos para transmitir la delicada atmósfera etérea que persigue. La voz es la principal protagonista, arropada por el piano y unos fantasmagóricos sintetizadores analógicos que ponen los pelos de punta. Y aún así el acompañamiento le sobra al Nick Cave más sentido de toda su carrera.

Como el inmortal Closer de Joy Division o el Blackstar de David Bowie, muchos se acercarán a Ghosteen por el interés morboso de contemplar a un artista al borde del abismo. Ciertamente es la radiografía sonora de un alma destrozada. En ocasiones parece que el del micrófono es el único cable que mantiene unido a Nick Cave a la vida. Sin embargo, en ningún momento se regodea en su dolor, sino que dirige su discurso hacia la aceptación de la pérdida y cómo aprender a vivir con los fantasmas de nuestros seres queridos después de que se hayan ido.

No hay pornografía depresiva en el disco, sino una elegante muestra de música en su estado más bello y perfecto. Hay muerte y amargura, sí, pero también ternura y esa belleza pura y arrebatadora que solo está presente en el arte que nace, no como excusa para salir de gira ni para conseguir premios, sino por pura necesidad existencial. Ghosteen es una obra maestra difícilmente superable y ante la cual a Nick Cave solo le queda reinventarse por enésima vez. O quizá renacer.

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