Carpenter BrutEn España no hay escena synthwave, pero nadie lo diría al ver cómo a la hora de apertura de puertas la cola para entrar al primer concierto de Carpenter Brut en Madrid como cabezas de cartel daba la vuelta al Teatro Barceló. No se anunció que se hubieran agotado las entradas, pero el lleno absoluto debió de quedar muy cerca, a juzgar por la falta de oxígeno en el interior y la imposibilidad de moverse demasiado sin entrar en contacto físico con carne ajena sudorosa.

Tan sorprendente como el gran poder de convocatoria del trío francés fue lo heterogéneo del público. Metaleros, góticos, frikis, indies, gamers y adictos al cine de terror confluyeron en la antigua Pachá de la capital para disfrutar de los abanderados de este peculiar género de música electrónica que rinde culto a unos años 80 que nunca fueron. Chicas con pelos tintados de tantos colores como es capaz de reconocer la córnea humana, un tipo con una camiseta del Doom, una pandilla que parecía recién aterrizada del festival Wacken… Ni en un salón del manga había visto una masa humana más variopinta.

El entusiasmo era palpable en torno a las 8 de la tarde, una hora de apertura muy tempranera que a un servidor le fastidió los planes de hincharse a hamburguesas con patatas en el Five Guys. No se puede tener todo. Al final valió la pena presentarse puntual, aunque con el estómago vacío, porque la aglomeración de gente no puso fácil conseguir un buen sitio. También porque el horario previsto se siguió a rajatabla, hasta el punto de que los últimos de la cola se perdieron los primeros minutos de GosT (no confundir con Ghost).

El texano resultó un gran acompañamiento para Carpenter Brut, aunque su propuesta se aleja bastante del synthwave más amable para perseguir sonidos bastante oscuros. Se podría definir como darkwave, pero es complicado buscarle una etiqueta a su extraño popurrí de electrónica, gotiqueo y hasta ramalazos de death metal y grindcore. Por ahí andaron también sus pintas, ataviado con una especie de velo funerario que le tapaba en todo momento la cara. Por si fuera poco, el profeta de Baalberith, un tipo que protege con celo su identidad, añadió una segunda capa de anonimato en forma de maquillaje facial apenas sugerido bajo el velo.

El problema de su actuación es que, al margen del indiscutible poderío de sus canciones y de su extravagante puesta en escena, la cosa no dejaba de ser un tío detrás de un Mac y unos sintetizadores. Y eso no es lo más emocionante que uno puede ver sobre un escenario. Intentó darle algo de gracia con voces en directo y tocando de vez en cuando un bajo de sonido infernal para que no todo fuera disparar samples pregrabados, pero tuvo más de DJ set que de concierto propiamente dicho. Para deslucir aún más la actuación de GosT, se le presentaron algunos problemas técnicos ante los que poco pudo hacer. Otro inconveniente de hacer música que depende de un ordenador.

Sí pero no. Merece una mejor representación en directo este interesante proyecto que a lo largo de cuatro discos ha demostrado mucha personalidad y una gran capacidad de reinvención.

Tras unos tres cuartos de hora de la electrónica más satánica imaginable, llegó el turno del primer plato. Musical, porque para entonces mi estómago vacío ya estaba desesperado por recibir aunque fuera una ensalada.

A pesar de que la música de Carpenter Brut es eminentemente electrónica, el trío consiguió evitar los problemas de GosT llevando sus canciones al directo con un formato más cercano a una banda de rock. Franck Hueso, parapetado tras sus sintetizadores, se acompañó de un batería y un guitarrista que aportaron no solo un necesario estímulo visual, sino también cierta capacidad para improvisar esas pequeñas variaciones que insuflan vida a los temas.

Por contra, la ausencia de cantante en la formación sí obligó a usar voces pregrabadas de colaboradores, convirtiendo sus pocas canciones vocales en un karaoke un poco incómodo, con letras proyectadas en la pantalla para animar al público a corearlas.

Durante hora y media, Carpenter Brut recorrió casi la totalidad de su todavía breve discografía. Aunque se trataba de un concierto de presentación de su primer larga duración, Leather Teeth, destacaron por calidad y respuesta del público los pertenecientes a sus tres EPs recogidos en el recopilatorio Trilogy. Quizá sea una señal de que su nueva dirección más encaminada hacia el pop petardo resulta un poco plana, en comparación. Sus nuevas canciones ganan en directo, pero palidecen al lado de la energía y magnetismo de pelotazos perfectos como Turbo Killer, Le Perv, Disco Zombie Italia o SexKiller On The Loose.

Consideraciones de fan aparte, el concierto fue una traca que no dejó un momento de respiro. Y es que incluso las piezas más ambientales sonaron con un plus de intensidad gracias a la aportación de los músicos de apoyo. Para el recuerdo queda la extraña imagen de unos pogos de tíos descamisados dándose de cabezazos en un concierto de música electrónica.

Una tremenda versión de Maniac, de la banda sonora de Flashdance, puso el cierre a una noche vibrante que dejó al público con pitidos en los oídos, agujetas en el cuerpo y con proyecciones de películas tan demenciales como Black Roses, La invasión de los zombies atómicos o Mr. No Legs grabadas en la retina.

Puede que no haya una escena synthwave en España, pero el despliegue de Carpenter Brut fue la primera piedra perfecta para empezar a construirla. ¿Algún promotor se atreve con Perturbator?

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