
Como aperitivo de la próxima edición del C-FEM, el Festival de Cine Fantástico Europeo de Murcia, la Biblioteca Regional de la capital del Segura acoge hasta el 30 de marzo una exposición que recoge una mirada íntima hacia el legado de Paul Naschy. Nacido como Jacinto Molina, se trata de una figura irrepetible dentro del cine fantástico español. Su carácter comprometido y luchador le llevó a meterse en toda clase de fregados para sacar adelante sus proyectos, y aún así más de cuatrocientos de sus guiones se quedaron sin ser llevados a la pantalla.
Guionista, director e incluso dibujante, es más recordado como actor. Su físico deportista y su porte de macho ibérico favorecieron una carrera que brilló especialmente en los años 70, aunque al final de su vida ya sumaba más de cien películas en su filmografía. Son especialmente recordadas las películas englobadas en el ciclo del hombre lobo Waldemar Daninsky (sobre todo la brillante La noche de Walpurgis), aunque los amantes de la extravagancia suelen preferir delirios como El espanto surge de la tumba, Inquisición o la lovecraftiana El jorobado de la morgue.
El peculiar estilo de su producción fantástica, que presenta una algo desconcertante dualidad entre la mirada naif propia de las secuelas tardías de la Universal y el tremendismo eurotrash heredado de la vecina Italia, donde más de un productor se hizo de oro vendiendo al extranjero destape y ultragore sin ninguna vergüenza. Naschy no se hizo de oro, pero sí consiguió un hueco en los programas dobles de serie B, donde conquistó el corazón de directores tan reputados como Quentin Tarantino, Joe Dante o John Landis, admiradores reconocidos de sus trabajos.
El grueso de la exposición Naschy, antropofagia fílmica se compone de material promocional de la época, como folletos de mano, fotos promocionales y unos espectaculares carteles pintados al óleo, de esos que te conseguían vender la película. La colaboración de la familia Molina ha permitido acceder a piezas más personales, como premios, dibujos realizados por el propio Naschy y algunos de sus guiones originales. Aún más interesantes para sus fans son unos pocos objetos de atrezo utilizados en rodajes, como la espada de plata (en realidad de plástico, bastante mellada) de La bestia y la espada mágica o las dentaduras postizas de La tumba del hombre lobo y El gran amor del conde Drácula.
El recorrido, interesante pero bastante breve, finaliza con la proyección de un documental (diría que El hombre que vio llorar a Frankenstein, pero no lo diré muy alto) que repasa la vida y milagros del recordado rey del terror español, con intervenciones de algunos colaboradores, directores y algún oportunista (ese Mick Garris bueno ahí, que no se pierde ni una el tío).
A pesar de que el revisionismo comienza a poner en valor el legado cinematográfico de Naschy, la suya sigue siendo una figura bastante vilipendidada, incluso dentro de los aficionados al género. Mientras en países como Alemania o Estados Unidos sus obras reciben cuidadas ediciones remasterizadas en Blu-Ray, en España cuesta encontrarlas en DVD, la mayoría descatalogadas o directamente inéditas. Se agradece, por lo tanto, este homenaje y el intento de recordar con dignidad a un titán que, como Jesús Franco, tiró de pasión y ganas para compensar las carencias de medios o de conocimientos técnicos.
Puede que la voz de Paul Naschy se apagara aquel triste 30 de noviembre de 2009, pero el eco de sus aullidos sigue resonando hasta nuestros días, incluso sin luna llena.